El jaliscience taciturno se convirtió en un mito literario ya durante el tiempo de su vida, y su fama con los años de su ausencia no va disminuyendo. Con tanto impacto y fuerza con las cuales se postuló como gran autor del pre-boom latinoamericano, descubierto, por supuesto, en el pleno boom provocado por García Márquez, se mantiene el reconocimiento de su extraordinaria aportación a las letras hispánicas y también su fama con cada nueva generación de lectores.
En la ocasión del centenario de su nacimiento, que se celebra este mayo, y más de sesenta años después de la publicación de su obra inmortal, la novela Pedro Páramo, este mexicano merece una mirada detenida, esta vez desde una perspectiva un poco diferente. Tanto para referirse a él como a muchos otros autores se maneja muy a la ligera la expresión mito, cuyo uso en este caso es innegable, pero habría que definir el significado del vocablo. Seguro que para él se utilizaría la tercera acepción del Diccionario de la lengua española que lo define como «persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima», y para nada su última acepción que es «persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene». Sin embargo, este artículo pretende estudiar los mitos como historias maravillosas protagonizadas por personajes de carácter divino o heróico. Mi intención es repasar y evaluar los mitos dentro de la obra principal de Rulfo, ya que hubo bastantes estudiosos que identificaron presencia de varios mitos, tanto clásicos como mesoamericanos.
Empezando con los mitos clásicos griegos, ya que son más antiguos cronológicamente, hay que destacar como investigador principal del tema a Carlos Fuentes[1]. Expuso historias sobre Andrómeda, Ulises, mitos del incesto (Edipo y Eléctra) y los mitos del paso al ultramundo de Hades.
Andrómeda –en la novela aparece como el nombre de la mina– era la hija del rey de Etiopia, quien fue ofrecida como sacrificio al monstruo para salvar el reino, y así Susana San Juan fue entregada a causa de la codicia de su padre a Pedro para así rescatarlos de la ruina. En la historia de Ulises, Fuentes hace hincapié en su hijo Telémaco quien con bravura buscó a su padre, como Juan Preciado a Pedro Páramo, aunque con menos bravura y menos éxito. Cabe destacar que Rulfo, conscientemente o no, estaba constantemente invirtiendo los mitos, rechazando finales felices, lo que indudablemente contribuye a la situación sin salida en la que se encuentran sus personajes literarios.
Por la proximidad en cuanto al tema puedo unir dos mitos sobre el incesto, el de Edipo y el de Electra. Los equivalentes literarios rulfianos serían Juan Preciado con su apego obsesivo a la madre Dolores y la estrecha relación entre Susana San Juan y su abusivo padre Bartolomé, quien la llega a tratar como si fuera su esposa. Si pensamos en estos casos así como están presentados en el texto, las referencias mitológicas suelen ser muy sutiles, pero ¿hay algo que no sea sutil en esta novela?
Hay que mencionar también varios relatos mitológicos (de Orfeo, Teseo, Eneo) con los que se identifica el protagonista Juan Preciado, quien sin saber entró en el mundo de los muertos, a Comala, y allí también se quedó.
Sin embargo, sería inapropiado y casi ofensivo pasar por lo alto las alusiones a los mitos precolombinos mesoamericanos, dado que la novela está impregnada de la magia que emana desde las raíces antiguas del continente. Para investigar los elementos mitológicos en Rulfo me sirvió de gran apoyo el estudio de Martín Lienhard[2], quien expuso las similitudes entre ciertos aspectos de la novela y las características de las mitologías antiguas americanas. Su punto de partida fueron las creencias de los Aztecas. Los escogió porque fueron un grupo étnico de mucho poder y de gran extensión, aunque reconoce que sus creencias también tuvieron mucho que ver con las creencias de los pueblos que subyugaban.
Entre los dioses decidió exponer a Quetzalcóatl, a Tláloc y al dueño del inframundo, Mictlantecuhtli. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, está reflejado en Juan Preciado, el hijo que busca sus orígenes, al igual que el dios mencionado se fue al mundo de los muertos para encontrar los huesos de sus ancestros de los que hizo al nuevo hombre. Tláloc, el dios de la lluvia, está personificado en Pedro Páramo, el cacique local, quien tiene un poder tan absoluto sobre su pueblo que le permite provocar la muerte del mismo lugar. Comala, antes un paraíso fértil, se convierte en un pueblo de fantasmas desértico, porque el cacique decide abandonarlo. Además está fuertemente vinculado a la luna -su finca se llamaba La Media Luna- y se representa sentado en su silla frente a su casa, lo que eran dos características de las representaciones de Tláloc que conocemos. Y al final, dentro del mundo de más allá, Lienhard identifica en Eduviges y en los hermanos incestuosos a los dueños del inframundo mesoamericano. Se trata sobre todo del parecido físico, por ejemplo las manchas en la piel y el decaimiento del cuerpo que presentan.
Aparte de las deidades, encontramos en Pedro Páramo pistas de otro aspecto muy importante dentro de las creencias mesoamericanas: el nagualismo. Se trata del fenómeno según el que cada persona tiene su doble y protector en forma de un animal que permanece siempre relacionado con el espíritu de la misma persona (DRAE). En la novela destacan dos ejemplos maravillosos de naguales. El primero es el gato que asusta a Susana San Juan y sobre el cual ella está convencida de que es su padre. El segundo es el caballo indomable de Miguel, hijo de Pedro, que no puede encontrar paz y corre por Comala, al igual que no puede estar en paz el alma del joven Miguel.
Para concluir parece injusto juzgar qué críticos tienen la razón en cuanto a las influencias mitológicas en la novela. El hecho de que el número de páginas, escritas sobre la obra de Rulfo, hace tiempo superó por mucho el número de páginas de la obra entera del jalisciense, demuestra que la novela está abierta a interpretaciones más variadas. Indudablemente sería un error negar la presencia de mitología, ya que los mitos han estado presentes en la vida del hombre desde los tiempos ancestrales, tenga ese conciencia de ellos o no. Aunque la gente hoy ya no cree literalmente en historias mitológicas, al leerlas aún puede darse cuenta de que no tratan solo de las peripecias de los héroes y dioses, sino que son prácticamente arquetipos de todos los procesos humanos de la vida terrenal y de ultratumba. Justamente esta universalidad de los mitos justifica su presencia en la novela Pedro Páramo, sobre la que los críticos coinciden que es universal. ¿Será que esto tiene algo que ver con el sustrato mitológico? No voy a sacar conclusiones sobre cuál es la mayor influencia mitológica en la obra de Rulfo. Juan Rulfo dejó muchas preguntas sin respuestas, y ésta es solo una más. Con las referencias expuestas y brevemente explicadas le dejo ahora al lector que decida por sí mismo qué visión mitológica de la novela mexicana inmortal le es más cercana, y al fin y al cabo, más genuina.
[1] Fuentes, Carlos:
– La nueva novela hispanoamericana. México, 1969: Editorial Joaquín Mortiz.
– “Rulfo, el tiempo del mito” en Fell, C.: Juan Rulfo: Toda la obra. Madrid, 1991: CSIC, 825-833.– México: Juan Rulfo, fotógrafo. México, 2001: Lunwerg Editores.
[2] Lienhard, Martín:
– “El substrato arcaico en Pedro Páramo: Quetzalcóatl y Tláloc” en Fell, C.: Juan Rulfo: Toda la obra. Madrid, 1991: CSIC, pp. 844-850.
– La voz y su huella: Escritura y conflicto étnico social en América Latina 1492-1988. Hanover, 1991: Ediciones del Norte